Los estrambóticos, la emblemática banda de Ska mexicano la rompieron en el Pabellón Cuervo.
Texto: Luis Guillen V.
Fotos: Luis Téllez
“Cuida tus pertenencias” leí en el primer cartel azul que vi cuando entré a aquel recinto metálico, con aspecto de bodega o nave industrial. «¿Mis pertenencias?... sino tengo nada todo se lo llevó ya» pensé mientras el final de Así fue, el icónico tema de Juanga, interpretado melancólicamente por La Toma, me abofeteaba intempestivamente a causa de la vibración que provocaba la sección de metales y que sentía hasta lo huesos.
-¿Una cerveza? ¿O alguna bebida?- me preguntó un vendedor que me vio solo en una orilla del recinto mientras escuchaba los acordes de Idilio de amor que se mezclaron con Acá Hace Falta Rock N´Roll canción de La Toma con la que cerró su participación y que me recordó, como sucedió con Los Ángeles Azules en un masivo, que hasta el más rudo le encanta raspar el Huarache, sólo falta que le toquen los acordes correctos. Uno, dos, tres, cinco, diez, quince minutos pasaron rápidamente mientras aquel espacio que me parecía enorme –como mis ganas de estar con ella- cada vez se más veía reducido por el gran número de personas quienes vestidos de negro y mezclilla continuaban arribando, al tiempo que el staff en la penumbra del escenario se daba prisa por finalizar el montaje y continuar con el espectáculo. De pronto en el escenario, proyectado en una pantalla comenzó la cuenta regresiva “10,9,8,7,6,5,4,3,2,1”, silencio y después el estruendo ensordecedor de cientos de gargantas reaccionando a la inconfundible melodía de Todos Somos Estrambos, canción con la que la emblemática banda de Ska con más de 25 años de trayectoria, iniciaba Un último viaje. “Todo sucedió como jure que nunca pasaría, Aaa, ooo, eaaa” comencé a escuchar, como sacado de la última platica con mi ex, no te quise lastimar –les juro que no estoy llorando sólo- corear a todos en el pabellón. Sí, esa canción rompe madres que seguramente Jenny le hubiese dedicado a Forest si a ella le gustara el ska y no la onda hippie, cuando lo dejó por última vez o cualquier vez.
Me pedí una cerveza, después otra mientras el ska acompañaba cada trago y las proyecciones audiovisuales mejoraban la experiencia visual del show, atrás de mí una familia papá, mamá, hija en hombros –pudimos ser tú y yo pinche Summer- disfrutaban de el rencuentro de los daños, la misma que con voz aguardientosa canta Gloria Trevi y dos que tres amigas cuando están dolidas para darle sabor a la noche y limón a mi herida. Hablando de heridas, “fue esta soledad la que me hizo pensar que eras como una diosa que había caído de otro planeta… No he podido explicar, ni siquiera imaginar por que me harías tanto mal, no te fuiste hasta desangrar la herida” pude cantar en compañía y rodeado de todos los asistentes, con alcohol en las venas, recuerdos en el corazón y un par de vasos caguameros a mi alrededor; porque era el último viaje, más de 25 años de trayectoria, música que trasciende el tiempo y las generaciones, historias sin contar y sobre todo, porque fueron Los Estrambóticos, era sábado por la noche y mi Susana, -así como las de muchos estoy seguro- regresó materializada en acordes, energía y letras sinceras en ese concierto, que nos transportó en un viaje emocional a un mundo de lo que fue y pudo ser.
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