Texto: Miguel Ángel Vergara Robles
Los últimos rayos de sol caían con sobriedad sobre la ciudad, las calles cada vez más obscuras transmitían poco más que tranquilidad, pero era sábado y la noche mentía en tal día no podía existir semejante inactividad en el centro de la capital.
El Teatro Metropólitan abría sus puertas, a una fila extensa que aguardaba a las afueras, padres e hijos, viejos amigos y otros no tan viejos, amantes inseparables, todo un ambiente amigable que era muy agradable.
Más de tres millares de butacas esperaban, el evento que tres décadas conmemoraba. Tus ojos quedaban expectantes al escenario, pues los cafres tocaban por su aniversario.
La luz se apagó, el teatro se emocionó y el saxofón sonó, el lugar radiante de algarabía dejaba atrás al atardecer que poco nos transmitía. Caída la noche no se pensaba en la siesta pues el Metropólitan tenía una fiesta.
La guitarra, el bajo, la trompeta y el saxofón, todos se escuchaban ante la multitud que los aclamaba, en México el sol se iba pero como en la bandera argentina los cafres con sus melodías nos lo devolvían, el sol de mayo se encontraba en el escenario.
El público de pie que a algunos no dejaba ver, latía en una misma sintonía, de forma más que literal les juro que esto es verdad, el ritmo marcado por la batería en nuestros pechos se sentía, la emoción te poseía y una sonrisa tú tenías.
Cervezas y postres complementaban nuestra noche, el lugar se movía, del asiento al baño más de uno trazaba sus pasos, bailando, cantando y hasta besando, cada uno celebró como lo sintió.
En treinta años algunos construyen empresas y otros pagan hipotecas, los cafres se salieron del guión y movieron el timón, ellos actuaron por instinto e hicieron espejitos, hoy forman parte de la historia y se hayan en nuestras memorias.
Sólo el silencio se ausentó de nuestro evento, entre canción y canción muchos gritos se oyó, el de aquel fanático de antaño que pedía la melodía que hace tanto que en vivo no oía hasta el adolescente ambientado que coreaba entre algunos tragos.
El abrazo más sincero, el beso más duradero, como lo expresara cada quien el amor se veía por doquier. La banda emocionada a sus fanáticos alentaba, para expresar al máximo lo que sentían con todo lo que ellos transmitían.
Casi que me pierdo en el momento en que una gota impactaba mi pecho, ¿Era esa una gota de cerveza? Yo no estaba bebiendo ¿Qué podía ser aquello? Mi vista se nubló pero mis lentes no me faltaban ¿acaso mi vista empeoraba? ¡No!.
Esa era la expresión del reggae que me cautivó, una lágrima salió por los treinta años que esta genial banda ya cumplió, el show terminó y a la calle salimos, irónicamente el lugar brillaba más cuando nos fuimos, el sol de mayo iluminaba nuestros caminos.
Comments