Texto: Azcary Ruiz
Foto: Lulú Urdapilleta/ Ocesa
Hola, amigos y amigas.
Todo lo que leerán a continuación es el resultado de todo un viaje a través de la censura y la transgresión altanera de una banda jalisciense que desde 1989 ha llenado a México de ruido e incomodidad de esa que a todos nos gusta; de esa que te invita a sacar la chamarra de piel del armario, destapar una cerveza y romperte el cuello mientras le cantas a la Señorita Cara de Pizza o le dedicas un Son al Dolor. Obviamente estoy hablando de La Cuca.
Cuando era pequeño, digamos, con unos seis o siete años de edad, acostumbraba salir con mi papá casi cada domingo a diferentes lugares de la ciudad. Así recorrí la capital en un Chevy azul tragándome el choro de lo que es la buena y la mala música según mi padre, de la forma extraña en la que puedes hacerte de un muy buen mal gusto conociendo el verdadero valor de las palabras. Obviamente no entendí a lo que se refería.
No fue hasta la secundaria, en donde tuvimos esa etapa súper rockera, metalera y de odio al reggaeton (cosa que, todos deberían saber, es pasadísima de moda y cerrada) en la que escuché con atención el disco “La invasión de los blátidos” de 1992. La canción que marcó un “antes y después de La Cuca” fue Hijo del lechero” porque además de ser cómica e irreverente, contaba una historia realmente mexicana de una forma extrañísima e impactante. Tomen en cuenta la fecha y el contexto, imaginen ser un adolescente chilango escuchando eso en un Walkman de camino a la escuela. ¿Lo sintieron? ¿Sí? ahora imaginen estar en el Teatro Metropolitan, celebrando los casi 30 años de ese álbum rodeado de señores cantando a todo pulmón - ¡Lero Lero, hijo del lechero!-.
La Cuca, con José Fors a la cabeza preparó un show de hora y media digno del Sold Out muy bien merecido. Llovían cucarachas desde el escenario para los fans más prendidos del recinto y, para las damas más atrevidas unas toallas empapadas de sudor del vocalista.
No fue una presentación cualquiera, cabe avisarles, pues además de haber tomado canciones de todos los discos y presentar la inclusión de su más reciente sencillo Sirenita al revés, se interpretaron versiones acústicas de Los Legionarios (todo un himno para nosotros los que somos de buen beber), Acariciando y La Balada. Para esta último número ya había unas cuantas lágrimas de señores románticos y nostálgicos.
Lo mejor para el final: se viene nuevo disco para el próximo diciembre y prometen ser algo muy diferente a lo que ya conocíamos de La Cuca. Tocaron un adelanto de una canción titulada Lo Muerto. Sólo diré que suena muchísimo a la oscuridad de Forseps para no darles tanto Spoiler.
“No todos los hombres somos hijos de la chingada” explica Fors antes de empezar a interpretar la canción “Feminazi”, no se espanten porque Los Cucarachos no hacen más que cotorrear. Es decir, ¿que chinga´os es la vida? si esto no se trata de olvidarse de todo y darse en la madre no sé porque una banda tan renombrada e implacable ha llegado a sus tres décadas de éxito.
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