Texto y Fotos: Miguel Ángel Vergara Robles
La ciudad en calma como una silenciosa confidente apenas vislumbraba las luces de los altos edificios de la capital, la noche parecía aguardar una ocasión especial, una noche distinta a las demás.
Espumas y terciopelo se presentaban precisamente en un lugar sin igual, bajo circuito acogía a los artistas mexicanos para la presentación de su tercer disco de estudio Pasajeros ante los ojos de un público expectante que se formaba para verlos desde varias horas antes.
¿Alguna vez te has sentido dentro de una maravillosa historia de amor? Las melodías de la noche y el contagiante ambiente del lugar transmitían un sentir muy similar, propicio incluso para algún videoclip musical.
Iluminaciones neón, luces de vivos colores y un poco de alcohol, personas de todas las edades reunidas sintiendo el amor de la canción que dedicaron a sus amantes, sus amigos o sus secretos confidentes.
¿Has sentido esa emocionante sensación en el pecho cuando estas con el ser que te alegra la vida? El abrazo de una madre, el beso de un amante, el mensaje que tanto esperaste o la lengua de tu suave admirador de cuatro patas pasando por tu cara cuando llegas a tu casa.
La cita de esa noche era la viva ocasión de aquella bella sensación, Espumas y terciopelo son amor a primera vista, o más bien de primera oída, no necesitas escucharlos antes para cautivarte con sus letras.
Las canciones son experiencias y en una noche revivimos casi la vida entera, en el escenario no parecía haber un concierto sino un recuento de lo que alguna vez de una u otra forma todos hemos vivido.
En la vida todos hemos sido pasajeros de los rumbos de las tristezas, amores y desamores, melancolía, ira, decepciones, tocar fondo o rozar las estrellas, pero las expresiones de nuestros compatriotas a través de la música plasman lo más sentimental de cada rumbo para enfrascarnos a todos en una misma sintonía.
Un recuerdo de añoranza, experiencias de decepciones pasadas, en bajo circuito nadie quedo indiferente a las melodías que por primera vez se escuchaban, un disco inédito pero un sentimiento conocido.
Una vez más llegó una de esas sensaciones familiares, la de “No me quiero ir” había buena música, mucho ambiente pero poco tiempo, las luces se apagaron y el público se retiraba entre risas y caras de alegría, una convivencia tan cercana con la banda sólo se podía vivir así, sólo se podía vivir ahí, pero como pasajeros en el tiempo se nos acabó ese momento.
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