Texto: Azcary Ruiz
El peso de las palabras muchas veces no se toma en cuenta, se demerita. Es muy sencillo no tomar en cuenta las propuestas provenientes de realidades diferentes a nuestro entorno inmediato, rechazar lo desconocido. Es fácil, casi tanto como no poder creer en la siguiente frase:
Morro de 18 años logra Sold Out en el Teatro Metropólitan
No pudo ser otro que Eduardo Saucedo, mejor conocido como Ed Maverick, que subió cual espuma desde Chihuahua y no se ve para cuando bajará. Aquí presento como fue pasar unas horas frente a uno de los fenómenos más sonado del ultimo año.
Jueves, quinto día de septiembre a las seis de la tarde en el centro de la Ciudad de México, de forma específica, estoy frente al Metropólitan espiando a las personas que van llegando a formarse para entrar al concierto. Aún no ha empezado y ya siento algo de envidia: todos esos adolescentes (admitámoslo: son mayoría) apasionados por la música con sentimiento, las parejas de enamorados que nunca dejan de estar en contacto con la piel de su amante, los románticos solitarios y grupos de amigos. Todos en la bella “edad de la punzada”. No puedo disfrutar tanto de encontrarme aquí, hasta ahora, como ellos lo hacen.
No sé de que forma describir el ambiente. Imagina: vas en la prepa, tienes tocada entre semana y acaba en la noche, te agobia la idea de no alcanzar el metro, pero dejas todo eso a un lado junto con la tarea y los pendientes, te despides de tus compañeros, subes al transporte, en la espalda llevas la mochila, pero vas agarrad@ de tu novi@ entonces (todo) está bien. Así se siente… sí, justo así.
Abriéndome paso a través de los vendedores de sudaderas y playeras chafas pude hablar sobre Ed con algunos asistentes que, con tarareaban baladas folk con olor a cerveza y cigarro en sus ropas:
“Pues Ed Maverick no es como los otros cantantes ¿sabes? Tiene un estilo más único y a nosotros, los chavos, nos pega, nos llega. Es muy natural.”
Me dan acceso al recinto y tomo mi asiento. Llegamos a la tercera llamada, todos gritan, las luces que dan al público se apagan y se encienden los flashes de los celulares. A la pupila parecen los tres segundos más largos que cualquiera haya vivido, son los que tarda Ed Maverick en tomar el micrófono y asimilar que no es una presentación normal: no se trata de un muchacho con su guitarra tocando canciones de amor, sino de todo un camino.
Lo acompaña Diego Puerta de Dromedarios Mágicos en el bajo, todo un set de instrumentos de cuerda (guitarra, violines, contrabajo), batería, acordeón y una tuba. Pude sentir como todo Chihuahua se movió a la CDMX.
Comienza a sonar la primer rola de la noche: “Quiero”. Es momento de apretar la mano compañera y escuchar. Hoy no lloras en tu cuarto.
“Me gusta que es muy autentico y que a pesar de todo el odio que le han tirado, trata de dar siempre lo mejor de él y es muy honesto en todas sus canciones; no es como una figura hecha, sino que él simplemente es como es.”
Ed Maverick aprovecha el espacio entre canciones para agradecer a todos los asistentes el apoyo hacia su música y, por su expresión, podría pasar toda la vida haciéndolo y nunca dejaría de sonar tan sincero. No podemos negar que es apenas un joven aprendiendo a ser adulto, a ser un musico, a “agarrar la onda”, a vivir lejos de su familia, a dejar de tambalear al estar encabezando el escenario de un teatro lleno. ¿Qué hacíamos nosotros a los 18?
En este punto debo confesar que nunca he tenido gran afinidad por lo que hace Maverick y cuando lo ponen en las reuniones de amigos o pasa alguna de sus canciones en un auto fugaz por la calle me da pereza. Es importante está sentencia para su servidor porque en ningún momento de la velada experimenté algo parecido a lo mencionado.
Estaba en una mezcla de baladas folk sinfónicas en un momento y, de repente, en medio de guitarrazos y golpes de batería con tintes rock, pero de ahí pasé al hipnotizante sonido de la tuba en semejanza a los buenos corridos. No me mal entiendan porque en ningún punto dejó de sonar orgánico y suave.
“La primera vez que lo escuché sentí que tenia mucha razón. Me encontraba en una situación sentimental en la que sus canciones cayeron de maravilla. Me gusta como canta y se ve que va a ser un gran éxito.”
Todo fue planeado para ser íntimo, una cama detrás de los músicos y las proyecciones a la pantalla en ultimo plano no invitan a pensar otra cosa; pasan las canciones y en ellas se ven paredes, pasillos, lámparas y amplificadores pequeños; una pieza con Diego puerta, cuando sube Bratty es hora de Ropa de Bazar y, no podía faltar un cover del que nunca nos cansamos: Veta ya, de nuestro Gallo de Oro, además de una canción inédita. Es como si existiera una relación semiótica directa entre la representación de alcoba y Ed Maverick, de escucharlo a solas y con la lista de personas aceptadas dentro de nuestra habitación.
Por ratos volteo a identificar que hay a mi alrededor: a mi derecha una cabeza se recarga sobre otra aprovechándose de un abrazo, a mi izquierda tres jóvenes de no más de 17 años cantan a todo pulmón mientras se sonríen de forma traviesa con la mirada de un infante que acaba de hacerle la travesura a su mamá, frente a mi existe una sola sombra de dos caras besándose apasionadamente, y atrás de mi asiento hay un mar de lagrimas tiernas y conmovidas. No hay pretensiones.
La vida no esta hecha para nadie y el futuro no está escrito, siempre hay un golpe después del golpe, pero lo importante es aprender de eso no ¿no? Pensé que estaría asistiendo al concierto de un muchacho al que le hacen memes todos los días para burlarse de cualquier cosa que tenga que ver con él, pero no. Fui a respirar el ímpetu adolescente y de las ganas de “jalar” pese a todo pronóstico. Así son las noches maravillosas de un morro triste, éxito y sensible. Es incorrecto adelantarse a las opiniones sesgadas: todos sabemos lo que eso significa, pero casi nadie se atrevió a vencer ese miedo… o a lidiar con él.
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