Texto: Miguel Ángel Vergara Robles
Fotos: Miguel Salamanca
Caminando hacia el concierto a la luz de la luna, no has terminado de entender si ya has llegado o no cuando comienzan a oírse los murmullos de la reventa de boletos, el precio de una camiseta y la oferta de las tazas grabadas con el nombre y símbolos de la banda que mueve a toda la ciudad, la que consiguió el sold out en la capital.
Una vez en el acceso y con ansias de iniciar, la música de los vendedores alrededor no puede ser otra que la de Caifanes, entonces, un aficionado de toda la vida te comienza a narrar las historias detrás de las canciones, y las anécdotas propias de sus más de treinta conciertos siguiendo a su banda favorita.
Empieza la entrada y todos buscan su lugar, algunos aprovechan para retratar el momento inmortal previo a un concierto que entre las charlas y los rostros de los fanáticos se advertía sin igual, el lugar se llenó y el público ya acomodado sólo veía atento y expectante al escenario que en unos segundos sería tomado por los ídolos mexicanos por los que habían aguardado tanto.
De pronto las anécdotas del veterano pero siempre emocionado seguidor de Caifanes que está a un costado se ven interrumpidas por el apagón de las luces, la gente estalla de emoción, el palacio ruge por una canción, las luces se enfocan en un solo lugar, ahí está Saúl Hernández, la afición se levanta y alcanzas a escuchar la voz de la experiencia a un lado que te advierte “Estas a punto de vivir algo hermoso”.
Los platillos de la batería comienzan a sonar, las primeras notas de la guitarra y el bajo se empiezan a escuchar, todos reconocen la canción, miles de voces se vuelven una para cantar, “Antes de que nos olviden, haremos historia…”.
Las pantallas detrás de la banda muestran breves pistas acerca de la canción que está por invadir nuestras almas. “Quise ahogar mis penas en alcohol, pero las condenadas aprendieron a nadar” Frida Kahlo. Se alcanzó a leer antes de que “Quisiera ser alcohol” nos levantara de nuestros asientos para corear junto a los fanáticos de ayer y hoy, de infantes hasta adultos, décadas de generaciones sintiendo una gran emoción por la misma banda que desde hace años ya nos cautivó.
Saúl Hernández tomaba unos segundos entre canción y canción para agradecer a los presentes y reconocer su entrega y pasión, la conexión con el público era estrecha y evidente.
Tras las horas, que se percibían como minutos, en las que el palacio de los deportes se dejó la voz cantando clásicos como “Mátenme porque me muero” o “La célula que explota” llegó su clásico cierre con una calurosa despedida entre la banda y los seguidores mientras se reproducía en el audio del lugar “Imagine” de John Lennon .
Poco a poco la gente abandonaba el lugar como saliendo contra su voluntad, lágrimas y sonrisas inundaban las calles de la ciudad, pues el concierto de Caifanes tenía que terminar.
Al finalizar era evidente de que las palabras que nos susurraron al comenzar, eran una realidad, lo que transmitía Caifanes en vivo, te hace vivir algo hermoso en verdad.
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